Acostumbrados a las típicas comedias familiares que nos ofrece la animación en 3D, con sus gags emulando el cartoon y su temática trivial, no es de extrañar que la obra maestra Delivery del director Till Nowak nos sorprenda por su profundo mensaje ecológico, su realismo desbordante, al estilo Robichaud, y su carácter crepuscular. Una iniciativa para el trabajo de final de carrera del joven Till, de 24 años, que tiró adelante su proyecto con la mínima ayuda y los mejores recursos que pudo conseguir por su cuenta.
Bajo las amenazantes sombras de una sociedad futurista e industrial decadente, un anciano recibe una caja misteriosa que le permitirá salvar el medio ambiente y cambiar el mundo corrupto en el que vive. Es curioso como la evolución del hombre y sus extensiones mecánicas nos ha traído a tal disyuntiva. Del mismo modo que las máquinas y su imparable desarrollo han permitido la elaboración de animaciones visionarias e historias ingeniosas como ésta, la evolución de la mecánica y la tecnología y, sistemáticamente, su excesivo uso, nos conducen hacia el mundo de Delivery; el mundo de la polución.
Nowak, influenciado por directores como Chaplin, Tati, Fincher o el artista romántico Friedrich, nos abre las puertas a una obra de una complejidad orgánica y una profundidad de texturas excepcionales. Con una iluminación muy trabajada, remarcando con fuerza el contraste entre luz y oscuridad, el director pretende que vayamos descubriendo poco a poco el espacio y los elementos que hay en él, al mismo tiempo que nos sentimos invadidos por una atmósfera oscura y pesada donde casi podemos oler los aromas putrefactos provenientes de la contaminada ciudad. Y aquí es cuando Nowak nos presenta su solución al conflicto; solamente una fuerza superior podrá acabar con la polución, producto de nuestros propios errores. Una mano proveniente del sórdido cielo que convierta, milagrosamente, las mugrientas chimeneas en flores que emanen deliciosas fragancias; un mensaje esperanzador para los creyentes, aunque, ciertamente, deprimente para aquellos que busquemos soluciones reales.
Y es que este es uno de los dones de la animación; ver lo invisible, simular soluciones para conflictos actuales, soluciones que satisfacen momentáneamente nuestras preocupaciones, aunque nos pueden dejar con cierto regusto amargo al volver a la conciencia de nuestra realidad.
Acostumbrados a las típicas comedias familiares que nos ofrece la animación en 3D, con sus gags emulando el cartoon y su temática trivial, no es de extrañar que la obra maestra Delivery del director Till Nowak nos sorprenda por su profundo mensaje ecológico, su realismo desbordante, al estilo Robichaud, y su carácter crepuscular. Una iniciativa para el trabajo de final de carrera del joven Till, de 24 años, que tiró adelante su proyecto con la mínima ayuda y los mejores recursos que pudo conseguir por su cuenta.
Bajo las amenazantes sombras de una sociedad futurista e industrial decadente, un anciano recibe una caja misteriosa que le permitirá salvar el medio ambiente y cambiar el mundo corrupto en el que vive. Es curioso como la evolución del hombre y sus extensiones mecánicas nos ha traído a tal disyuntiva. Del mismo modo que las máquinas y su imparable desarrollo han permitido la elaboración de animaciones visionarias e historias ingeniosas como ésta, la evolución de la mecánica y la tecnología y, sistemáticamente, su excesivo uso, nos conducen hacia el mundo de Delivery; el mundo de la polución.
Nowak, influenciado por directores como Chaplin, Tati, Fincher o el artista romántico Friedrich, nos abre las puertas a una obra de una complejidad orgánica y una profundidad de texturas excepcionales. Con una iluminación muy trabajada, remarcando con fuerza el contraste entre luz y oscuridad, el director pretende que vayamos descubriendo poco a poco el espacio y los elementos que hay en él, al mismo tiempo que nos sentimos invadidos por una atmósfera oscura y pesada donde casi podemos oler los aromas putrefactos provenientes de la contaminada ciudad. Y aquí es cuando Nowak nos presenta su solución al conflicto; solamente una fuerza superior podrá acabar con la polución, producto de nuestros propios errores. Una mano proveniente del sórdido cielo que convierta, milagrosamente, las mugrientas chimeneas en flores que emanen deliciosas fragancias; un mensaje esperanzador para los creyentes, aunque, ciertamente, deprimente para aquellos que busquemos soluciones reales.
Y es que este es uno de los dones de la animación; ver lo invisible, simular soluciones para conflictos actuales, soluciones que satisfacen momentáneamente nuestras preocupaciones, aunque nos pueden dejar con cierto regusto amargo al volver a la conciencia de nuestra realidad.
Anna Fusté
mayo 2009