Una superfície líquida que se mece bajo el ritmo y los acordes de un concierto para guitarra de Vivaldi.
Visualización de un concierto (Ricardo Montesa, 1992) YouTube
Un experimento de música visual pionero en España. Su autor, Ricardo Montesa, dirige actualmente Brainstorm, productora de gráficos 3D para televisión.
¿Cómo se ve la música? ¿Cómo se puede representar ópticamente algo tan armónico y perfecto como la sucesión de ondas acústicas en el aire? La representación física de las ondas es algo incluso más viejo que los surcos marcados por las agujas en los discos de bronce de los gramófonos.
La aparición de videoclips, de composiciones visuales abstractas a partir de la música, sin olvidar las entrañables Silly Simphonies de la Disney; responden todas a un modelo de ilustrar la música. Todas derivadas de un proceso de creación paralelo, pero separado entre música y imagen, y casi siempre con la imagen predominante.
Este ejercicio de visualización de un concierto, es distinto. En él, no se crea la imagen a partir del proceso humano, sino que es la propia música, las propias vibraciones, las que conforman la superficie de ondas acuáticas que dan cuerpo a lo etéreo.
A través del digital, los datos codificados del concierto de Vivaldi se transforman en ondulaciones sobre una superficie acuosa, elástica, de textura reflectante y fondo azulado; o lo que viene a ser una especie de representación tosca del agua, la posible en esa época. Gotas precipitadas e impulsos subacuáticos marcan los golpes de cuerda, el tono la posición, y la intensidad va creando bases armónicas en las ondas que se propagan en ese mar finito y cuadrado, de horizonte plano, enmarcado en una pantalla de píxels.
Y cual reproductor de Windows de mayor categoría, sintetiza las cuerdas melodiosas de los violines en vaivenes irregulares, creando una sinfonía visual monótona y relajante; sentando las bases de una forma de representación interesante de lo intangible, de la codificación física del aire. Al final de la pieza palpitan las ultimas notas, esperando que el concierto termine y vuelva la calma del silencio. Porque dicen que luego toca Wagner.
Miquel Camacho
junio 2010