En un país encantado, una desgracia deja al pueblo triste e infeliz. Pero un inesperado héroe ratón le devolverá la alegría de vivir.
The tale of Despereaux (Sam Fell / Robert Stevenhagen, 2009)
El valiente Despereaux – Tráiler YouTube
En un país encantado, una desgracia deja al pueblo triste e infeliz. Pero un inesperado héroe ratón le devolverá la alegría de vivir.
The tale of Despereaux (Sam Fell / Robert Stevenhagen, 2009)
El valiente Despereaux – Tráiler YouTube
“The Tale of Despereaux” es la historia de un pequeño ratón con las orejas más grandes que su cabeza. Pero esto no es lo único que lo hace distinto de los demás ratones del reino de Dor, sinó el hecho que no tenga miedo de nada. Estos pequeños animalitos se caracterizan precisamente por asustarse de cualquier cosa: de los humanos, los cuchillos, los gatos…y lo único que hacen es roer libros y queso. Despereaux, pero, no cumple con ninguno de esos requisitos para ser un buen ratón; todo lo contrario: se acerca a los humanos, cree que los cuchillos son espadas de valientes guerreros, los gatos unos peluches encantadores y los libros un mundo mágico donde adentrarse.
Vive en una sociedad opresora donde todo aquel que se desvíe es juzgado por la Junta Ratón y enviado al mundo de las ratas, en las cloacas subterráneas donde no entra ni una pizca de luz. Este castigo es el que recibe el pequeño héroe, el cual desde los infiernos salvará a la princesa secuestrada y retornará la felicidad a un pueblo que quedó oscurecido el día en que murió la Reina.
Este relato es el típico de los cuentos de hadas, la historia épica de un héroe que consigue salvar al pueblo del mal. El mundo de los dibujos animados siempre se ha centrado en estos relatos fantasiosos. De hecho, Disney, en sus inicios, se dedicó a llevar al cinema todas aquellas historias que tantas veces habíamos oído y visto sobre papel. Al principio de “The Tale of Despereaux” ya nos señala claramente que lo que veremos a continuación es un cuento de hadas como los que estábamos acostumbrados a ver, pues la voz en off de la narradora se va guiando a través de un enorme libro de aspecto medieval.
Actualmente, en la animación se ha perdido esta vertiente más romántica y poética de los príncipes y princesas, y se ha preferido dirigir-la hacia un nuevo mundo mucho más cómico, nada dramático y sobre aventuras de animales, objetos domésticos… Seguramente estos cambios se explican por la aparición de las nuevas tecnologías y por el hecho de sustituir el lápiz por el ordenador, el cual ha provocado el nacimiento de una nueva estética, mucho más plástica, brillante, con tonalidades estridentes y poco reales. Estas condiciones vinculadas a las nuevas tecnologías han provocado, pues, el nacimiento de una nueva temática, la cual se adapta tanto al mundo infantil como al adulto.
“The Tale of Despereaux” es una mezcla de ambas tradiciones, un punto de encuentro entre la animación más tradicional y aquella más moderna. Es esta unión de antónimos lo que hace de “The Tale of Despereaux” una película diferente a las demás, no tanto por el contenido –que ya hemos visto que era clásico- sinó por la forma y el tratamiento de la imagen. Aprovechando al máximo las nuevas técnicas, sus creadores Sam Fell, Gary Ross y Rob Stevenhagen han querido transmitir a la gran pantalla un cuento clásico, de manera que el espectador cuando ve la película no tiene la sensación de estar delante de un mundo artificial, al contrario, han querido conseguir traspasar aquellas mismas sensaciones que el público puede tener cuando lee un cuento. Gracias al gran trabajo del color y texturas se consigue crear este ambiente fantasioso y medieval donde se desarrolla la acción.
Desde mi punto de vista, en algunas ocasiones pienso que es bueno recuperar este espíritu más soñador de los cuentos y dejar una poco al margen la condición de humor que parece haberse impuesto para conseguir ser una buena película de dibujos animados. “The Tale of Despereaux” consigue reunir el humor que el público pide juntamente con los valores que se intentaban transmitir en sus inicios.
Jordina Lluch
junio 2009