La confrontación entre dos cyborgs que viajan hacia el pasado para asesinar/salvar al héroe que ha de liderar la resistencia.
Terminator 2: Judgment Day (James Cameron, 1991)
Tráiler YouTube
Las inéditas propiedades físicas del cyborg malvado son imposibles de visualizar sin las técnicas 3D.
Si en Terminator nos encontrábamos con un Schwarzenegger, cuyo impronunciable apellido aún no era reacordado ni por un tercio de los fans del género de acción, en la secuela, el contexto varia. Ahora es una estrella, ya no puede representar el papel de perseguidor asesino, pues el Star System no lo consiente. Se convierte entonces en una máquina protectora, una máquina que arranca sonrisas, una máquina, prácticamente humana, pese a la constante e inquebrantable rigidez del cuello de Arnold. Y si seguimos línea por línea los esquemas narrativos de los films de acción, falta la porción negativa dentro de esta bucólica imagen de la máquina amiga que protege y sirve al humano. La «máquina», entendida como máquina analógica, ya no nos da miedo, ahora está de nuestro lado. Nos encontramos en una época en que la tecnológica «táctil», material, nos empieza a rodear sin verdaderos problemas, nuestro mundo se llena de ordenadores, compact disc, mandos a distancia… Pero la tecnología creada por esas máquinas, la tecnología dentro de la tecnología (metatecnología!) o aquello digital, que no alcanzamos a entender, aquello aún es desconocido, y por lo tanto, genera (como aún genera hoy en día) un miedo atroz.
Gota a gota, como si de un metal fundido se tratara, el modelo T-1000 se reconstruye para tomar cualquier rostro, a modo de camaleón, nos infunde un miedo aún mayor. No te fíes de nadie, ni de tus seres más cercanos, pues pueden no ser ellos. Indestructible, es la palabra clave. Indestructible porque en realidad no existe, no tiene una referencia clara en la realidad, pues no es un producto surgido de ésta, sino de las mismas entrañas de un ordenador. Para llevar a cabo dicha proeza se utilizó la técnica del Morphing, obligando al actor a correr desnudo con cuadrados dibujados por todo el cuerpo para que el ordenador lo recreara luego digitalmente.
Terminator 2, sin contar con grandes actuaciones, tiene, a mi parecer, el casting perfecto. Si antes hablábamos de la rigidez del cuello de Schwarzenegger, que nos hace pensar en una estructura ósea que chirría, como aquellas viejas y pesadas máquinas industriales de mediados del siglo XX, ahora nos encontramos con Robert Patrick, actor prácticamente sin rostro, sin gesto, sin defectos ni virtudes, que parece realmente, una creación digital en sí mismo. Su cuerpo es liviano y ágil, escurridizo, su cara resulta difícil de recordar y su voz real apenas resuena en el film. El hombre de metal, creado por el hombre, y dispuesto a aniquilarlo (esto nos trae, por supuesto, ciertas reminiscencias a Blade Runner), imposible de llevar a cabo sin el hombre, pero a su vez, imposible de llevar a cabo sin la máquina.
Leticia Martín
junio 2009