El ingenio de una locomotora para superar un obstáculo que encuentra en la vía y continuar el viaje.
Locomotion (Steve Goldberg, 1990) YouTube
Esta pieza de Pacific Data Images (ahora en DreamWorks) demostró la posibilidad técnica de flexibilizar objetos; en este caso, para dar expresividad a un tren.
Si hoy visionamos las obras realizadas por la Dreamworks, la compañía con la que se fusionó la Pacific Data Images, observamos que estamos ante un lenguaje audiovisual substancialmente distinto. En los cortos de animación los recursos expresivos determinan un tipo de lenguaje u otro. Y es por eso que no reconocemos Locomotion como una animación actual, porque hay en ella algo primario, o incluso arcaico, en sus aspectos formales.
Ya desde los títulos de crédito esto es evidente. Tanto el título de la compañía como el del corto son letras doradas tridimensionales sobre un fondo negro, y el único elemento de animación que presentan es el movimiento del brillo que recorre las letras. El motivo principal de esta mínima animación no es la falta de posibilidades, seguramente tiene algo que ver con la sencillez y la austeridad de las imágenes.
En las animaciones primarias como Locomotion parece que haya miedo a la sobresaturación o a las animaciones recargadas, y por eso solamente se animan los elementos que protagonizan la narración. Creo que el hecho de los efectos de animación que se usaban entonces (torsiones, doblamientos y estiramientos de objetos geométricos tridimensionales) resulten tan evidentes, visible y notorios hace que solo se anime lo que realmente tiene importancia narrativamente. En el caso de Locomotion eso se ve muy claramente, ya que sólo está animada la locomotora y el último vagón. El resto de elementos restan inmóviles y, por lo tanto, inexpresivos. Es por eso que nos extraña ver un paisaje donde ni tan solo las hojas de los árboles se mueven.
Las texturas usadas, aunque intenten aproximarse al máximo a aquello que representan (madera y acero de las vías, hojas de los árboles, metal de la locomotora, etc.) no dejan de parecer artificiales. Cuando nos encontramos ante una animación en la que la mayoría de elementos están formados por figuras geométricas planas (sin rugosidad o cualquier textura tridimensional), puede que lo mejor sea partir de colores y elementos artificiales ya de por sí y no intentar aproximarse a algo real, ya que, de este modo, se evidencia fácilmente que los elementos “reales” no consiguen realismo alguno. Lo que hace viva una animación es el movimiento sutil de todos los elementos que conforman el plano, porque, aunque eso lleve mucho trabajo, el resultado puede parecer una fotografía estática en la que solamente se mueva algún elemento y se desmarque del resto.
Gabriel-Andrés García
junio 2009