En el año 2035, los humanos conviven con robots que les asisten en todo. Pero, inesperadamente, se organiza un complot que amenaza la civilización.
I, Robot (Alex Proyas, 2004)
Yo robot – Tráiler YouTube
Inspirada en la obra de Isaac Asimov sobre robots y sus famosas tres leyes. Efectos digitales de Digital Domain.
La acción ocurre en el año 2035 en un Chicago tecnificado pero para nada futurista: los barrios mantienen el aspecto actual, los hogares no se diferencian en mucho de los de ahora. Todo apunte de tecnología futura aparece tratado como una inserción, una prótesis en la imagen de lo que conocemos en la actualidad. Y la tecnología menos imaginable para nosotros que aparece en la película son los robots, que se insertan con toda normalidad en la sociedad que se representa.
Y es que Yo, robot, trata la relación entre seres humanos y robots. El autómata se integra en la sociedad por su valor útil y seguro. Las 3 leyes de la robótica de Isaac Asimov son la clave para que robots puedan convivir con los humanos sin riesgo para los estos últimos, considerados siempre como superiores.
Hasta que la armonía entre lo humano y lo automático se desvanece. El “padre” de los autómatas acaba de aparecer muerto en el edificio de la empresa que los crea. En la investigación de lo que parece ser un suicidio, el protagonista, un agente de policía que desconfía mucho de los autómatas, descubre a Sonny, un robot que parece haber desarrollado “facultades superiores”: duda, tiene emociones, estudia a la gente. En este momento, el ser humano se siente amenazado, horrorizado por la presencia de humanidad en algo que técnicamente no lo es. Esto nos lleva, necesariamente, a recordar historias mundialmente conocidas como la de Frankenstein, o la omnipresencia, frialdad y crueldad de HAL en 2001, una odisea en el espacio.
Esta evolución nos recordará constantemente la posibilidad de una revolución de los autómatas contra los humanos, tema constante hacia adonde apuntará el film, llevándonos a un sorprendente desenlace.
Y el resultado es el de una película que no salta a la vista, es realista, se digiere con facilidad porque resulta muy verosímil. Al no ser exageradamente apocalíptica, las situaciones resultan cercanas. La seriedad contrasta con la comicidad y los pequeños gags que se producen en ciertos momentos. Cabe destacar el formidable tratamiento de las texturas, la humanidad de los robots que, aún siendo de metal, resultan extremadamente humanos. La tecnología digital utilizada en la realización de la película está siempre en función de conseguir esta capacidad de dar vida a lo que normalmente no la tiene, a lo inerte, a lo inanimado. Literalmente, animar es dar vida más allá del simple movimiento. Dar vida a la hojalata.
Josep Prat
junio 2009