Burbujeando bajo tu piel, la codicia puede hacerte ser el más feroz, el más valiente y, a veces, el más estúpido.
Greed (Alli Sadegiani, 2008) YouTube
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Web del autor de origen sueco.
Burbujeando bajo tu piel, la codicia puede hacerte ser el más feroz, el más valiente y, a veces, el más estúpido.
Greed (Alli Sadegiani, 2008) YouTube
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Web del autor de origen sueco.
En el siglo XXI, en un momento en que la animación más reconocida popularmente se reduce a unos pocos largometrajes producidos por las empresas más grandes, da gusto rebuscar entre los premios secundarios de festivales de todo el mundo para encontrar grandes perlas como ‘Greed’. Este cortometraje se aleja del tópico de que la animación no puede ir más allá de contar historias más o menos divertidas con personajes graciosos.
Alli Sadegiani no nos presenta una animación hiperrealista, ni espacios perfectamente elaborados, ni una gran complicación técnica en los mundos que corren. ‘Greed’ cuenta una historia sobre la codicia, sobre el hombre y sobre su naturaleza más terrorífica. Con una estética que recuerda al Tim Burton de Beetlejuice y al Terry Gillian más oscuro, el protagonista de ‘Greed’ es un humanoide que quiere representar a todos los hombres en general y a ninguno en particular.
Elementos tales como una pistola o un maletín con algo de dinero caracterizan a nuestro protagonista como una especie de mafioso codicioso. La codicia, inherente en todos los humanos, surge literalmente de su interior y se convierte en un grano que le da aquello que más desea cuando lo toca: dinero. No hace falta más simbología para materializar lo que es en sí misma la codicia, un grano molesto y doloroso que por más que intentemos eliminar, sigue ahí, cada vez más grande. Otro grano hace desaparecer aquello con lo que acaba de ser gratificado. Surge entonces una prueba moral: decidir si sucumbir o no a sus deseos y, ¿a qué precio? Y como en la vida real, lo mejor que se puede hacer es obviarlo y dejar que desaparezca solo; cosa que no hace el protagonista, quien cae una y otra vez en la trampa de uno de los pecados más difíciles de evitar.
El espacio ayuda a la escenificación de este dilema: el personaje está solo ante el espejo, sólo él dialogando con él mismo en un sitio oscuro, casi hecho pedazos, en un rincón donde nadie querría estar. La simbología es constante en el corto de Sadegiani, ¿qué es la codicia, o la avaricia o la ira, sino una lucha interior que vivimos día a día por el mero hecho de ser humanos?
El sonido y la iluminación ayudan a remarcar el dramatismo del momento, la oscuridad de una decisión que nunca terminará, y es que la tentación de tener aquello que más queremos es muy fuerte, sea cual sea el precio que se tenga que pagar.
Ricard Planas
junio 2010