Premio del jurado en SIGGRAPH’2009. Film dirigido por el colectivo de directores de origen francés Bif y posproducido por la londinense The Mill.
¿Quién no ha jugado, de pequeño, a no pisar las líneas que las baldosas del suelo forman entre sí? Es algo divertido cuando se habla de jugar, pero la cosa cambia cuando el motor de esta actividad no es una decisión del propio individuo; ‘Dix’ presenta la realidad de alguien afectado por un trastorno obsesivo-compulsivo de una manera completamente terrorífica.
El cortometraje mezcla imágenes reales y digitales para distinguir dos mundos completamente distintos para el espectador: uno representa la vida real y objetiva desde los ojos de cualquier persona; el otro es el mundo de la mente psicótica del protagonista, su eterna pesadilla de la que necesita librarse. ‘Dix’ nos permite ver (y hasta sentir, si se es un poco susceptible) lo que supone ser víctima de un trastorno mental de tales características; escenifica aquello que, en la profunidad de su mente, teme el protagonista. No es algo real, físico; es un miedo mental, paranoico e inevitable que se materializa en forma de sueño o realidad paralela cuando empieza la sesión del protagonista con su psiquiatra. El espacio se presenta como un laberinto de baldosas; cada línea se convierte en un arma terrorífica cuando un pie se posa sobre ella. Es la materialización de la pesadilla.
Y como cualquier sueño, hay que ir despertando para no morir preso del pánico, para no confundir realidad con fantasía. Superar cualquier problema requiere tiempo y el protagonista reaparece en su pesadilla sesión tras sesión para conseguir dominarla, para ser dueño de su cuerpo y de sus actos. Tiene que vencer el miedo, entender que lo que vive no es verdad, que no ve lo que tiene ante sus ojos, que todo es fruto de su mente enfermiza. Poco a poco, paso a paso, se va encaminando hacia la luz, hacia su salvación, impasible a la aparente destrucción de su cuerpo: un, deux, trois… dix. Y el cuerpo que ha desmembrado el miedo es reconstruído por la cordura.
‘Dix’ utiliza de una forma brillante los medios digitales para construir una realidad mental completamente paranoica, lúgubre y autodestructiva. Una pesadilla perfecta, un ambiente tan inhóspito como reconocible capaz de aterrorizar al más valiente de los humanos. La confusión realidad-ficción juega un papel fundamental, pues cada vez que el protagonista muere, lo hace también su intento de superar su trastorno. Y es que habría que morir varias veces para vivir de verdad.
¿Quién no ha jugado, de pequeño, a no pisar las líneas que las baldosas del suelo forman entre sí? Es algo divertido cuando se habla de jugar, pero la cosa cambia cuando el motor de esta actividad no es una decisión del propio individuo; ‘Dix’ presenta la realidad de alguien afectado por un trastorno obsesivo-compulsivo de una manera completamente terrorífica.
El cortometraje mezcla imágenes reales y digitales para distinguir dos mundos completamente distintos para el espectador: uno representa la vida real y objetiva desde los ojos de cualquier persona; el otro es el mundo de la mente psicótica del protagonista, su eterna pesadilla de la que necesita librarse. ‘Dix’ nos permite ver (y hasta sentir, si se es un poco susceptible) lo que supone ser víctima de un trastorno mental de tales características; escenifica aquello que, en la profunidad de su mente, teme el protagonista. No es algo real, físico; es un miedo mental, paranoico e inevitable que se materializa en forma de sueño o realidad paralela cuando empieza la sesión del protagonista con su psiquiatra. El espacio se presenta como un laberinto de baldosas; cada línea se convierte en un arma terrorífica cuando un pie se posa sobre ella. Es la materialización de la pesadilla.
Y como cualquier sueño, hay que ir despertando para no morir preso del pánico, para no confundir realidad con fantasía. Superar cualquier problema requiere tiempo y el protagonista reaparece en su pesadilla sesión tras sesión para conseguir dominarla, para ser dueño de su cuerpo y de sus actos. Tiene que vencer el miedo, entender que lo que vive no es verdad, que no ve lo que tiene ante sus ojos, que todo es fruto de su mente enfermiza. Poco a poco, paso a paso, se va encaminando hacia la luz, hacia su salvación, impasible a la aparente destrucción de su cuerpo: un, deux, trois… dix. Y el cuerpo que ha desmembrado el miedo es reconstruído por la cordura.
‘Dix’ utiliza de una forma brillante los medios digitales para construir una realidad mental completamente paranoica, lúgubre y autodestructiva. Una pesadilla perfecta, un ambiente tan inhóspito como reconocible capaz de aterrorizar al más valiente de los humanos. La confusión realidad-ficción juega un papel fundamental, pues cada vez que el protagonista muere, lo hace también su intento de superar su trastorno. Y es que habría que morir varias veces para vivir de verdad.
Ricard Planas
junio 2010