El personaje aparece en la película Wall-E y la historieta se realizó en paralelo a la película. De Pixar.
BURN-E tiene en sus siete minutos de metraje un mensaje mucho más potente que toda su película hermana, WALL-E: la vida de hasta el último robot es digna de contar, pues todos ellos son tan insignificantes, tienen pequeños grandes problemas y son tan reales como cualquier hombre de carne y hueso.
Es más, BURN-E tiene probablemente uno de los momentos más reveladores de toda la carrera de Pixar: cuando el pequeño robot, aburrido, dibuja una flor con su soldador y su garra. Es en la cercanía de estos detalles donde el portento visual del estudio de animación cobra sentido: Pixar potencia la artificialidad para crear los momentos más reales de la historia del cine.
Pero estructuralmente es donde el cortometraje se lleva la palma. Los acontecimientos en BURN-E no sólo ocurren al mismo tiempo que los de WALL-E, sino que también son iniciados a causa de estos y afectados continuamente por el desarrollo de la película. Es decir, que BURN-E es una de las muestras más trabajadas de narrativa paralela cuando demuestra las ramificaciones que una trama puede tener en su universo imaginario. De forma parecida a lo que hacía Regreso al futuro 2, BURN-E reflexiona sobre la importancia de las consecuencias del relato en su lado más natural. Como el hombre que llega tarde al trabajo porque un mono gigante está subido en lo alto del Empire Estate.
Y por último, Pixar da un golpe en la mesa con BURN-E cuando plantea el desarrollo de su película totalmente a través de la mímica (algo que ni si quiera lograron en WALL-E). Una animación que es capaz de acercarse a la gestualidad de Chaplin y Keaton a través de meros puntos y líneas en Maya sólo puede verse a años luz de cualquier otro estudio (y director de cine en general) actual.
BURN-E tiene en sus siete minutos de metraje un mensaje mucho más potente que toda su película hermana, WALL-E: la vida de hasta el último robot es digna de contar, pues todos ellos son tan insignificantes, tienen pequeños grandes problemas y son tan reales como cualquier hombre de carne y hueso.
Es más, BURN-E tiene probablemente uno de los momentos más reveladores de toda la carrera de Pixar: cuando el pequeño robot, aburrido, dibuja una flor con su soldador y su garra. Es en la cercanía de estos detalles donde el portento visual del estudio de animación cobra sentido: Pixar potencia la artificialidad para crear los momentos más reales de la historia del cine.
Pero estructuralmente es donde el cortometraje se lleva la palma. Los acontecimientos en BURN-E no sólo ocurren al mismo tiempo que los de WALL-E, sino que también son iniciados a causa de estos y afectados continuamente por el desarrollo de la película. Es decir, que BURN-E es una de las muestras más trabajadas de narrativa paralela cuando demuestra las ramificaciones que una trama puede tener en su universo imaginario. De forma parecida a lo que hacía Regreso al futuro 2, BURN-E reflexiona sobre la importancia de las consecuencias del relato en su lado más natural. Como el hombre que llega tarde al trabajo porque un mono gigante está subido en lo alto del Empire Estate.
Y por último, Pixar da un golpe en la mesa con BURN-E cuando plantea el desarrollo de su película totalmente a través de la mímica (algo que ni si quiera lograron en WALL-E). Una animación que es capaz de acercarse a la gestualidad de Chaplin y Keaton a través de meros puntos y líneas en Maya sólo puede verse a años luz de cualquier otro estudio (y director de cine en general) actual.
Ignacio Domínguez
junio 2010