Un ex-marine, forzado a colonizar y explotar un planeta con una gran biodiversidad, se convierte en el líder de la raza indígena en su lucha por la supervivencia.
Avatar (James Cameron, 2009)
Tráiler YouTube
Fabulosos efectos visuales (Oscar’2010) -3D, captura de comportamiento, estereoscopía- que harán historia como hicieron, hace 20 años, los del film The Abyss del mismo director. Web del film. The making of Avatar.
En un contexto en que la empresa de efectos digitales de Peter Jackson había integrado a la perfección personajes como Golum de ‘El Señor de los Anillos’ y ‘King Kong’, el mundo de Pandora y toda una cultura na’vi saldrían de un cajón polvoriento para ocupar un preciado lugar en la historia del cine.
Es ineludible que la pomposidad del escaparate de ‘Avatar’ no le impide a uno percatarse de que la profundidad es patrimonio exclusivo de la forma, pero no debemos olvidar que la grandeza del film recae en el avance de la técnica y la exploración de un nuevo lenguaje cinematográfico. De hecho, James Cameron no oculta sus claras intenciones: una espectacular cinta de una épica visual sin parangón en el cine actual. «Lo que vi en la cinta de George Lucas no lo había visto nunca en mi vida. Quiero dar al público una experiencia similar», afirmaba el cineasta. Vemos, por lo tanto, que la idea de base fue forjar el cimiento de un film que apuntaba, des de buen principio, a una transcendencia similar a la que tuvo La Guerra de las Galaxias en 1977.
En mi opinión, la apuesta por la innovación en los efectos especiales en detrimento de la narración, no significa el camino de involución artística que va a llevar el cine a partir de ahora, como ha predicho parte de la crítica. Cameron simplemente ha creado el embrión de un nuevo campo del cine que aun se encuentra calentando motores. Cada producto debe de ser considerado en función de su contexto. El mago de Oz, por ejemplo, lo entendemos como un film de gran relevancia porque lo valoramos en el marco de las circunstancias cinematográficas del momento. Y ‘Avatar’, dentro de unos años, concentrará toda la importancia merecida como una de las semillas del arte estereoscópico. Todo ingenio novedoso debe empezar desde abajo, por la simplicidad. Es decir, retornar al “érase una vez” de los cuentos para poder llevarlo mucho más allá. De aquí a que muchos la hayan considerado un refrito de Pocahontas, sin tener en cuenta que el film de Disney se estrenó un año después de que James Cameron empezase la elucubración de ‘Avatar’ en 1994.
La película conforma un simple relato clásico de aventuras fantásticas, pero, al mismo tiempo, es una fábula ecológica construida sobre un tejido de redes sociales, trata el mito del héroe y representa, a su vez, una versión posmoderna del argumento universal de Romeo y Julieta. Por otro lado, cada bit de tecnología sirve al director de ‘Titánic’ para crear, con la abrumadora Avatar, un mundo arcaico y mítico a través del cual se mira y analiza, críticamente, la civilización moderna. Y es que la nueva producción de Cameron incorpora varios componentes del discurso de la cultura New Age de los años 90: entre ellos, el enfrentamiento entre progreso y naturaleza, discurso ecologista que bebe mucho de ‘La selva esmeralda’ (John Boorman, 1985), o el imperialismo ciego dispuesto a pervertir cualquier ética y moralidad para saciar intereses económicos.
Si bien el director ha estado cultivando la película durante más de 12 años para ofrecernos un guión que pudiese haber sido escrito (y lo fue) en dos semanas, insisto: la premisa de ‘Avatar’ no fue explicar una gran historia, sino revolucionar el sector cinematográfico a través de un lenguaje profundamente digital. Su instinto megalómano lo condujo a desarrollar un insólito sistema de cámaras que le permitió generar lo que a finales de siglo XX era impensable. En este sentido, cabe decir que es absurdo visionar la película si no es en formato 3D, ya que es el 3D lo que configura su única razón de ser.
Por otro lado, en ‘Avatar’, James Cameron lleva mucho más allá la técnica de la rotoscopia patentada por Max Fleischer. El film representa el punto cumbre del concepto “avatar”, término que describe la simulación virtual de la forma humana y que adquirió gran popularidad en 1992 con la novela “ciberpunk” de Neal Stephenson, Snow Crash. De hecho, el propio título contempla ya el hito del nuevo lenguaje que explora el director y que articula el todo unívoco de la producción. Cameron empleó actores sintéticos e incluso desarrolló un sistema para filmar la expresión de sus caras, de modo que los humanoides na’vi se nos presentan extremadamente verosímiles y realistas.
Obviamente, no podemos eludir sus defectos, pero la estereoscopia convierte a ‘Avatar’ en un film transcendente, en una obra cinematográfica épica y sin precedentes. Y, sin duda, el tiempo le dará el reconocimiento que se merece.
Montse Martínez
mayo 2010