Historia romántico/erótica entre dos caracoles mecánicos.
458nm (Polynoid, 2006)
Premio Ars Electronica’06. Mejor animación SIGGRAPH’06. Producida en la escuela Filmakademy de Baden-Württemberg.
Historia romántico/erótica entre dos caracoles mecánicos.
458nm (Polynoid, 2006)
Premio Ars Electronica’06. Mejor animación SIGGRAPH’06. Producida en la escuela Filmakademy de Baden-Württemberg.
Ver aquello invisible, aquello transparente pero presente y recrearlo en un mundo postnatural. 458nm es ciertamente una medida microscópica, una insinuación de aquello que no podemos ver a simple vista. Pero esta medida es también la longitud de onda de cierta energía radiante que nos permite descubrir microorganismos translúcidos bajo el microscopio.
Aún así, es el ojo humano el que está detrás del visor, o en este caso, detrás del objetivo. Nos percatamos de una mirada sujetiva a la que equiparamos la nuestra, es una cámara la que observa, aunque el lenguaje musical y el detalle de las imágenes nos puedan hacer perder en medio de una exaltación de las formas y los brillos. Los zooms y los cambios de foco, no son a la par, una cuestión meramente estética. Será en el último momento, cuando el pájaro pase por encima de nosotros golpeando y tambaleando el dispositivo de registro, que nos daremos cuenta de nuestra condición de voyeur, del la imposibilidad de gratuidad en la composición de los planos. El zoom, nos permite acercarnos sin movernos, llegando a poder ver lo imperceptible; la belleza del detalle que puede llegar a tener un ser tan repugnante y común como es el caracol. Además, el ritmo mantiene la constante del misterio y aunque las imágenes se nos antojen acaparadoras, tienen esa connotación mórbida causa de un acto demasiado antinatural como para poder comprenderlo. No es aberrante ver a dos máquinas fundirse en pasión, lo es pensar en ello. De la observación nace la creación y es que estos gasterópodos reproducen un mundo regido por las mismas leyes que el nuestro cambiándoles la forma y el color. El ambiente, azul y negro, el bosque ya no es verde, no es cálido, no es caduco, es perennemente tan azul como el hierro; “la niebla lo ha devorado”. ¿Llegará pues a crear la máquina una cibernatura? ¿Podrán éstas tener las mismas funciones vitales aún su composición inorgánica? O aún peor, ¿Estaremos allí los humanos para presenciarlo?
En lenguaje audiovisual relegamos el plano detalle a la abstracción, pero el detalle de un abstracto o más bien de un irreal, en este caso es capaz de componer un plano que fluctúa y organiza un animal. La imagen del ser robotizado normalmente falla en el sentido de la falta de motricidad en sus movimientos. Aquí, las fluctuaciones de luz, interior e exterior de los caracoles, reproducen las contracciones y elongaciones del cuerpo baboso de dicho animal convirtiéndolas, con la música acompañante, en todo un poema naturalista, reescribiendo así al implícito Theodor Storm. Tal como dijo Darwin sobre la sustitución de las especies; quiero reponerlo aquí sobre 458nm; “un proceso natural en oposición a uno milagroso”.
Laura Quintana
junio 2009
Con una estética oscura, una atmósfera apagada, y al amparo de la luz de la luna, dos caracoles están en la distancia, explorando un mundo que nunca llegamos a ver a través de sus antenas. La exploración de los caracoles se convierte en nuestra exploración de sus sentidos, entendemos cómo perciben ellos la realidad, acercándonos a una subjetividad inconcebible: a un mundo en miniatura, a los pequeños detalles que hay en lo más profundo de la Tierra. Esta idea está inspirada en “Microcosm” un documental de Claude Nuridsany y Marie Pérennou, pero está llevada más allá de la simple exploración. Porque, pese a que toma como punto de partida la historia de dos caracoles, los sucesos son perfectamente extrapolables a la vida en general y también al drama humano. Al fin y al cabo son dos figuras que se ven, se desean, que tienen un acercamiento. Tras lograr superar todo el recorrido auscultado en primeros planos, con enfoques y desenfoques, se encuentran.
Cabe destacar el sorprendente proceso de locomoción de estas criaturas, donde creadores y animadores de Polynoid han demostrado un total conocimiento y dominio absoluto de este mecanismo y han ido más allá: a la fusión de la biología con la mecánica, obteniendo un rigging admirable por la flexibilidad lograda, a las visiones de un presente y un futuro que sólo se puede alcanzar sintéticamente, en un escenario oscuro, lúgubre, con augurios de destrucción. Ambos se fusionan, con un choque impactante donde la música potencia la eclosión de la vida, del amor. Una vida subrayada por un nuevo tratamiento de la imagen: la luz interna que se desprende de los cuerpos de los caracoles. El tratamiento de la imagen y la planificación convierte este acto en algo revelador, místico. Es dudoso incluso que el hecho de haber elegido dos caracoles sea una casualidad, pues por su condición de hermafroditas su apareamiento deviene un espectáculo por lo menos curioso de contemplar y comprender.
Al inicio del cortometraje los colores predominantes son el negro y el azul oscuro, luego evoluciona hacia el cian, finalmente todo desencadena en el blanco destello cuando los cuerpos se funden y se confunden. Parecen dos generadores de energía que alumbran su propósito, idea fundada en la forma que se revela en el interior de su concha. Ésta es una forma parecida a un motor, el cual sólo se activa cuando están juntos, metáfora de la génesis de la vida. Inmediatamente algo irrumpe en su clímax. Un pájaro destruye todo lo que juntos habían construido. Es una explicación de la esencia de la vida y una lección de la aceptación de la muerte. Todos tenemos el mismo destino.
Del mismo modo que la historia de los caracoles era extrapolable a la vida humana y al sentido que damos de la vida, el mensaje de “vivir nos lleva a la muerte” también es extrapolable a la estética del corto en relación a la mecanización de los caracoles. Así pues llegamos a plantearnos varias cosas: las máquinas forman parte de nuestra vida, pero también tienen un fin, y por ende también un principio. En un futuro, tal vez su principio sea independiente de si las creamos nosotros o si se auto-reproducen, pero al fin y al cabo vivirán, sabiendo o no lo que es el sentido de la vida, para acabar sucumbiendo a los elementos naturales que nos rodean. Finalmente, todo oscurece pero no por ello debemos olvidar la belleza de la vida y de nuestro recorrido por ella, sea colosal o microscópica.
Maia Raigorodsky
junio 2010