Del bit al robot
El discreto encanto de la computadora

Fantasmagorías

'Fantasmagorie' de Etiénne-Garpard Robertson (1797)

      París, finales del siglo XVIII. En el centro de la ciudad, el convento de los Capuchinos había sido desalojado por el gobierno revolucionario y su iglesia acabó ocupada por el inventor/empresario belga Étienne-Gaspard Robertson para exhibir un espectáculo llamado ‘Fantasmagorie’.

      El nombre era perfecto —del griego ‘phántasma’ (espectro) y ‘agorá’ (reunión), o sea, reunión de espectros— y el sitio también. La atmósfera del convento, con un cementerio en ruinas junto a la iglesia y unos insólitos efectos luminosos que emanaban de las tumbas, creaban un ambiente inquietante y tenebroso.

      Sobre las paredes y el techo, unas linternas mágicas proyectaban imágenes de diablos, murciélagos, esqueletos, momias… y de personajes como clérigos, monjes, avaros, brujas… Mediante pantallas de gasa y otros materiales transparentes, las figuras adquirían un aspecto tridimensional. Unas velas móviles hacían que las sombras se desplazaran y el humo enturbiaba la escena. El espectáculo contaba también con un ambiente sonoro, interrumpido a veces por tétricos llantos, creado mediante armónicas de cristal —todo un hallazgo para poner de los nervios. Por vez primera, los espíritus malignos se hacían visibles y audibles.

      «Solo estoy satisfecho cuando mis espectadores, temblando y estremeciéndose, levantan las manos y se cubren los ojos por miedo a los fantasmas y a los demonios que les acosan», comentó Robertson. Su espectáculo era tan efectivo que tuvo que ser clausurado varias veces, denunciado por ofensas a la religión, por causar ataques de pánico… incluso porque «los espíritus que aparecían eran reales», según una de las denuncias.

      De manera que, un siglo antes de las primeras narraciones cinematográficas consideradas oficialmente como tales —los films de Georges Méliès o de Segundo de Chomón, por ejemplo— las fantasmagorías de Robertson ya contenían, aunque de forma muy primitiva, los elementos esenciales de este medio narrativo: imágenes en movimiento, sonido, relato y magia.

      escribir con luz


      Ilustración de la muerte para linterna mágica
      (Athanasius Kircher, 1671)

      Comprender y controlar la luz era un sueño muy antiguo; los griegos ya hacían experimentos con la cámara oscura. Y la linterna mágica, el instrumento básico de las fantasmagorías de Robertson, era lo máximo. Curiosamente, los motivos exhibidos por las primeras linternas mágicas de la historia, así como por los juguetes ópticos posteriores, como el zoótropo, fueron también turbadores: diablillos, esqueletos, féretros…

      La atracción por lo desconocido y lo sobrenatural, así como la intención de visualizarlo, fue especialmente intensa durante el torbellino de ideas del siglo XIX. Como alternativa a la religión y como contrapunto a la ciencia y a la razón, la filosofía llamada espiritualismo llevó esta atracción al extremo: pregonaba la existencia efectiva de otra realidad —inmaterial/espiritual— pero que nuestros limitados sentidos no la pueden percibir. La derivada práctica de esa idea, el espiritismo, es la liturgia para comunicarse con los seres de esa otra realidad; pues bien, los espiritistas empleaban fantasmagorías para acrecentar el pavor de la clientela durante los contactos; esta sería, pues, una primera aplicación utilitaria de una narración audiovisual, más allá del espectáculo.

      Con el tiempo, los argumentos evolucionaron y las linternas mágicas, al igual que las fantasmagorías, narraron historias de todo tipo, tanto de ficción como de propósito divulgador (viajes, historia, ciencia…). Sin embargo, la fantasía terrorífica (natural o sobrenatural) siempre tuvo su público.


      El conde Orlok
      ‘Murnau, una sinfonía del horror’
      (Friedrich Wilhelm Murnau, 1922)

      Al comienzo del siglo XX, aquellos espectáculos en iglesias y tugurios terminaron ubicados en salas oscuras con una sola pantalla y una sola linterna (mucho más) mágica llamada cinematógrafo, capaz de proyectar (y registrar) animaciones mucho más realistas.

      Lo desconocido y, en particular, lo maligno, se constituyó en seguida como uno de los filones del cine. Y en las pantallas abundaron seres amenazantes de todos los aspectos y aficiones: humanoides como vampiros, hombres lobo, zombis… y otros más complicados de filmar como gigantes, autómatas, alienígenas…

      La única técnica disponible para hacer verosímiles este tipo de personajes era entonces la filmación fotograma a fotograma de los monstruos miniaturizados a escala. Pese a la discontinuidad del movimiento que inevitablemente se crea, esta técnica ha dado lugar a grandes películas de fantasía y terror y, en particular, a una floreciente industria de ‘efectos especiales’, que bien podrían llamarse ‘efectos fantasmales’.


      La hidra de Ray Harryhausen
      ’Jasón y los argonautas’ (Don Chaffey, 1963)

      El dibujante/empresario Walt Disney hizo fortuna con las fantasías animadas y, empeñado en darles el máximo realismo, las trasladó al mundo físico, a los parques de atracciones. En ellos los espectáculos son mucho menos terroríficos; sin embargo, por el extremo realismo de la experiencia están directamente emparentados —más que el cine— con las fantasmagorías de Robertson.

      Los parques de atracciones impulsaron la fabricación de maquetas de criaturas más o menos turbadoras a tamaño real. Walt Disney denominaba a quienes las hacían ‘imagineers’ (de imagi·nation y engi·neers, o sea, ingenieros de la imaginación), lo que apunta las habilidades tanto técnicas como artísticas que el oficio requiere.

      El otro gran cliente de esta industria sería el cine, en particular, el cine de terror: a mayor realismo, más descarga de adrenalina.

      En los años 1990 apareció un nuevo instrumento para hacer cine: la computadora. El horizonte de los guionistas de lo fantástico se expandió una vez más, aunque pasó un tiempo antes de que la ilusión de realismo resultara satisfactoria.


      El tentáculo de agua
      ‘The Abyss’ (James Cameron, 1989)

      En este sentido, hay un momento especialmente significativo. En la película ‘The Abyss‘ (James Cameron, 1989) aparece un tentáculo de agua que se pasea por la nave submarina; era una criatura imposible de filmar con cámara y el primer personaje puramente digital que se integraba perfectamente en la escena. Pues bien, estaba el director Steven Spielberg preparando el film ‘Jurassic Park’ (1993) y, para recrear los dinosaurios, contaba con los efectos especiales físicos de siempre. Pero vio el tentáculo de agua y, impresionado por su realismo, decidió usar (también) las computadoras para visualizar los dinosaurios. Aquel paso supuso la puesta de largo de la animación por computadora y un nuevo filón para la inventiva.

      ¿magia?

      Con los medios físicos y digitales actuales, el cine está en condiciones de narrar historias con toda clase de espantos como protagonistas. «Sin límites para la imaginación», como dice un eslogan muy habitual en el medio audiovisual.

      Sin embargo, en el camino el cine ha perdido uno de los ingredientes de las fantasmagorías de Robertson: la magia, la magia que sobrepasa la realidad y conecta con un más allá de ella. Puede parecer muy inocente, pero esta ilusión proviene de un sentimiento muy humano: la esperanza de trascendencia. Solo el cine de ciencia ficción —un subgénero del cine de terror— la tiene en cuenta.

      La pérdida de esta magia es absoluta cuando se contemplan las películas en el hogar, en lugar de en una sala oscura y en comunidad, por no hablar de cuando se ven por teléfono. Las pantallas domésticas no están en condiciones de crear ningún tipo de atmósfera y menos una atmósfera siniestra, un elemento imprescindible del terror.

      También se ha perdido la sensación de estar sumergido en otro mundo, como en las fantasmagorías. Esta sensación podría recuperarse con la realidad virtual —el metaverso, en uno de sus nombres comerciales—, el nuevo medio audiovisual/digital en el que el espectador se siente inmerso en lo que ve y escucha, y además interactúa con ello. No sabemos cómo serán los fantasmas en el metaverso envolvente, pero es probable que, narrativamente, continúen la tradición simplista y con el tipo de personajes, ya consolidados, del cine de miedo. Una pista la da la mayoría de videojuegos, los antecedentes directos de los metaversos; en ellos la adrenalina fluye a raudales, pero no hay sitio para las emociones que necesitan tiempo, prevalece el «aquí te pillo, aquí te mato» de escasas posibilidades narrativas.

      pseudociencias

      A falta de un imaginario apropiado y más allá de las religiones, resurgen las filosofías espiritualistas, dispuestas a tomar el relevo en la narración de lo intangible. El materialismo extremo que rige nuestro mundo las estimula especialmente.

      En lugar de sobrenatural, se habla de ‘paranormal’. El prefijo de origen griego ‘para’ apunta de qué va: ‘al margen’, ‘al lado’ o ‘más allá’ de lo normal.

      La cultura paranormal atiende una gran variedad de fenómenos inexplicados: telequinesis, precognición, levitación, abducción, psicofonías… Más que creer, sus seguidores responden a la necesidad de creer, y para ello se nutren de sucesos que tienen lugar en una supuesta zona desmilitarizada del conocimiento, entre lo real y lo irreal.


      El Xenomorfo XX121
      ‘Alien’ (Ridley Scott, 1979)

      Como en el cine de terror, los guionistas de lo paranormal se basan en unos fantasmas arquetípicos a partir de los cuales las historias se alimentan a sí mismas indefinidamente. La fórmula tiene éxito; de hecho, en la radio y en la televisión hay más programas dedicados a las pseudociencias que a las ciencias.

      Un protagonista popular de esta narrativa es el extraterrestre, el ser procedente de otro mundo no necesariamente sobrenatural. Según se cuenta, estos seres existen y vienen a visitarnos de vez en cuando. Abundan los testimonios de estas visitas, pero nunca resultan convincentes desde el punto de vista científico.

      El OVNI, el objeto volante no identificado, es uno de los fantasmas modernos. Se pusieron de moda en los años 1950, durante la (primera) guerra fría y las amenazas provenientes del espacio; desde entonces, aparecen en el cielo con creciente asiduidad.


      Los heptápodos
      ’Arrival’ (Denis Villeneuve, 2016)

      Décadas de avistamientos de OVNIs, sin embargo, no han quebrado el escepticismo científico sobre el tema; pese a ello, la causa sigue vigente y tiene muchos seguidores. En los EEUU, su presión ha llegado incluso al ejército, que ha creado recientemente un departamento específico. Con el propósito de incluir también a los objetos no físicos, en lugar de UFO (Unidentified Flying Objects) actualmente se habla de UAP (Unidentified Aerial Phenomena). La traducción al español sería pues fenómenos aéreos no identificados, aunque su acrónimo FANI no parece un buen sustituto de OVNI.

      Hoy en día, los teléfonos disponen de cámara, entonces ¿cómo es que, cuando el número de teléfonos/cámaras ya es superior al número de habitantes del planeta, nadie ha conseguido todavía una fotografía o un vídeo decente de un OVNI? Por extensión, ¿por qué todavía nadie ha conseguido registrar fehacientemente la presencia de un muerto resucitado, de una virgen deslumbrante o de la señora de la curva?, ¿por qué las voces procedentes del más allá suelen ser roncas, o muy agudas, y no se entiende lo que dicen?

      Como dijo el astrofísico Carl Sagan, «Las afirmaciones extraordinarias requieren evidencia extraordinaria», así que, en ausencia de esta, seguimos esperando. Si los espíritus pretenden comunicarse con los vivos, deberían ponerlo más fácil.

      fantasmas modernos


      Escena del poema ‘El cuervo’ de Edgar Allan Poe
      Transparencia para linterna mágica
      (Joseph Boggs Beale, 1860)

      Saturados de cine sin apenas pensamiento y de espectros sin apenas sustancia, para narraciones de lo intangible se puede recurrir a los grandes escritores de la especialidad como H. P. Lovecraft, Edgar Allan Poe…, un indicio de que las palabras pueden dar más miedo que las imágenes.

      Hay un intangible plácido que se puede experimentar visitando un cementerio, una catedral, un desierto… Tumbarse bajo las estrellas y sentirse partícipe del cosmos también puede funcionar, la semiesfera envolvente está repleta de misterios. Hay también métodos físicoquímicos para estimular la mente y, dicen, atravesar las puertas de la percepción.

      El caso es que las amenazas más espantosas no provienen del más allá, sino del más acá, de la naturaleza y, en particular, de la naturaleza humana. Es más probable la caída de un asteroide en la Tierra que la visita de un extraterrestre. Los volcanes, los terremotos, las pandemias y las catástrofes naturales pueden causar un mal inimaginable, y entre la gente siempre hay quien persigue, lastima, asesina o hace la guerra. También están los monstruos interiores, los más terroríficos conducen a la locura.

      Por su dimensión planetaria, de todos los fantasmas modernos el más temible es el cambio climático causado por la acción humana, cuyas consecuencias pueden desencadenar muchos horrores naturales a la vez. Parece invisible, pero se puede registrar con una cámara muy lenta.

      luz en la oscuridad

      Nada como la ciencia, sin embargo, para adentrarse en lo desconocido; este es, precisamente, su objetivo.

      La muerte y el más allá constituyen, ciertamente, una barrera infranqueable para la ciencia, del mismo modo que el Big Bang es una fecha insuperable del pasado del Universo. No obstante, ningún científico negaría que estos obstáculos conceptuales puedan, en algún momento y de alguna manera, ser superados, ya que la ciencia y la tecnología amplifican sin cesar nuestros sentidos.


      El asteroide Melancholia, a punto de impactar
      ‘Melancholia’ (Lars von Trier, 2011)

      De hecho, los científicos teorizan sobre algunos fenómenos físicos pero indescifrables. El más colosal de todos es la llamada materia/energia oscura que ocupa masivamente el Universo. Lo que vemos a través del espectro electromagnético —la luz en sus diversas variantes— solo representa el 4% de la realidad cognoscible, el resto es oscuridad, ¿puede haber algo más fantasmagórico?

      Otro mundo extraño descubierto por la ciencia es el mundo subatómico y cuántico. A esta escala, las leyes que rigen nuestro (macro)mundo son substituidas por otras leyes que desafían la intuición y la razón. Según algunos científicos, en este marco podrían explicarse fenómenos misteriosos de profunda significación humana como la consciencia, la antesala de lo espiritual.

      El único método para revelar otras dimensiones de la realidad, si es que existen, es el método científico, y el único espíritu reconocible es el espíritu ilustrado, el mismo que dio lugar a las primeras narraciones de luz y sonido.

       

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